¿Sabías que lo que comes podría estar afectando tus niveles de energía de una manera que nunca imaginaste?
Se dice mucho que somos lo que comemos, y esto parece más cierto cuando hablamos de la anemia, esa condición que reduce los globitos rojos en nuestra sangre y nos deja sin ganas de nada. María de la O Abío, una experta que sabe mucho de sangre en el Hospital de Toledo, comenta que es como una epidemia que no hace ruido pero que puede afectar mucho cómo nos sentimos cada día.
La comida juega un papelón en todo esto, porque hay ciertas cositas, los micronutrientes, que son súper importantes para que nuestro cuerpo haga su trabajo y produzca la hemoglobina y los glóbulos que necesitamos. Como dice Francisco Pita, que sabe un montón de nutrición, si no comemos lo que debemos, podríamos acabar con anemia.
Esos pequeños grandes amigos: los micronutrientes
Para dar en el clavo y mantener la anemia lejos, tenemos que ser amigos íntimos del hierro, el cobre, el ácido fólico y la vitamina B12. Si comes carne, pues tienes suerte, porque ahí encuentras un tipo de hierro que tu cuerpo ama y absorbe que da gusto, y la B12 también. Pero ojo, que no todo es carne; los que no comen animalitos pueden comerse un buen plato de verduras para el ácido fólico y encontrar cobre en un montón de comidas diferentes.
Ahora, no es solo cuánto hierro comes, sino también de dónde viene. Pita nos cuenta que aunque la yema de huevo y ciertas carnes tienen un montón, no podemos olvidarnos de lugares menos obvios como las legumbres y cosas así. Aquí es donde nos damos cuenta de que mejor es variar lo que comemos y no vivir solo a base de hamburguesas para tener ese hierro que necesitamos.
Cuando el hierro viene en pastillas
Eso de tomar pastillas de hierro como si fueran caramelos no está bien, al menos no sin que un médico te diga que sí. Y es que meterse con suplementos a lo loco puede traer líos, como que te caigan mal o que no le den chance a tu cuerpo de absorber otros minerales. Y si ya te están metiendo hierro por otra vía en el hospital, pues imagínate, podrías terminar con más hierro del necesario y eso tampoco es bueno.
El caso es que tratar la anemia no es cosa de jugar a los doctores en casa; hay que hacerle caso a los que realmente saben. No vale solo cambiar lo que comes; hace falta que un profesional de verdad te guíe. Así te aseguras de estar haciendo lo correcto y de verdad sentirte mejor.
Lo que nos contaban en el rollo anterior es que, para encarar bien la anemia, hay que mirar más allá del plato y estar en sintonía con tu doctor. Cuidar lo que comemos y estar al día con nuestra salud son cosas que nos benefician a todos, no solo a uno mismo.
Después de todo, mirar por la salud no cuenta solo en casa; también rinde en el barrio, la ciudad y hasta en el mundo entero. ¿Qué ideas se te ocurren para que todos pongamos de nuestra parte en esto de cuidar la sangre y evitar la anemia? Quizás en tu comunidad hay algo que ya está funcionando y puede servir de ejemplo. No seas tí[email protected] y cuéntanos tus experiencias y opiniones. Nos encantaría saber de ti.
"Non è la carne e il sangue, ma il cuore che ci rende padri e figli" - Johann Friedrich von Schiller. Esta cita del poeta y dramaturgo alemán nos recuerda la esencia de lo que verdaderamente nos nutre y sostiene: más allá de la carne y la sangre, es el corazón, nuestro centro vital, lo que nos define y nos une.
En el contexto de la anemia, esta reflexión adquiere un matiz especial. La alimentación, ese acto cotidiano y a menudo automatizado, se revela como un ritual de cuidado esencial, un gesto de amor hacia nuestro propio cuerpo y, por extensión, hacia quienes dependen de nosotros. María de la O Abío y Francisco Pita nos alertan sobre esa "epidemia silenciosa" que es la anemia, un mal que se cuela en la vida de tantos, silencioso pero implacable, y que pone de manifiesto la importancia de una dieta equilibrada y consciente.
La ironía es que, en nuestra sociedad de la abundancia, muchas veces olvidamos que lo que comemos es mucho más que un mero trámite: es la fuente de nuestra energía y salud. Nos obsesionamos con la cantidad, con el hierro que podemos "ver" en los análisis, pero olvidamos que no todo lo que ingresa en nuestro organismo se asimila de igual manera. La calidad, el origen de los alimentos, es tan o más importante que la cantidad.
La anemia nos recuerda la necesidad de volver a mirar lo que ponemos en nuestro plato, no solo como un acto de supervivencia, sino como un acto de amor y respeto hacia nosotros mismos. La recomendación de no abusar de la carne roja y de no precipitarse a tomar suplementos sin una supervisión médica adecuada es un llamado a escuchar a nuestro cuerpo, a reconocer sus señales y a nutrirlo de manera inteligente y compasiva.
En definitiva, la lucha contra la anemia es también una lucha por recuperar la sabiduría de escuchar a nuestro corazón, ese que nos hace verdaderamente humanos y