Mónica y los secretos no contados de su crioterapia: "Nadie imaginaba que pasaría esto"

¿Te imaginas reducir la inflamación y acelerar tu recuperación muscular con solo exponerte al frío extremo o respirando más oxígeno? Sigue leyendo y entérate de cómo lo último en tecnologías de bienestar está llegando a otro nivel.

Siempre estamos buscando formas de sentirnos mejor y rendir más en nuestras actividades. Ahora, parece que la respuesta podría estar en tratamientos avanzados que suenan a ciencia ficción. Hablamos de la crioterapia y el uso de las cámaras hiperbáricas, que están dando de qué hablar tanto en gente común como en deportistas profesionales.

Equipos top como la selección de fútbol de España están agregando estas terapias a su rutina. De seguro has oído que Cristiano Ronaldo está entre los que usan la crioterapia, y tal vez también las cámaras hiperbáricas. Esto nos da una pista de por dónde va el futuro del cuidado personal y cómo mejorar nuestros logros deportivos.

Una mirada a los beneficios de meterse en el hielo

Se dice que el tratamiento de crioterapia, que es básicamente exponerte a un frío que cala hasta los huesos, es buenísimo para desinflamar y para recuperarte rapidísimo de un entrenamiento duro. No solo es para los super deportistas, sino que también hay gente con problemas de artrosis que le están echando el ojo.

Y hay algo más: hay chismes de que la crioterapia ayuda con problemas de salud sexual en hombres, pero eso todavía está para estudiar más a fondo. Pero, ojo, siempre hay que consultar con los que saben antes de lanzarte a probar algo nuevo para tu salud.

Los superpoderes del oxígeno extra

Por otro lado, las cámaras hiperbáricas, que te meten en un ambiente con más oxígeno y presión, también están dando de qué hablar. Dicen que ayudan un montón para que las heridas se curen más rápido y que mejora otras condiciones médicas. Su uso va desde lo médico hasta lo deportivo, buscando que uno se recupere mejor y que pueda dar más de sí mismo físicamente.

Hay quien piensa que si estas terapias llegan al sistema de salud público, podríamos estar viendo una mejora importante en cómo nos cuidamos y tratamos ciertas enfermedades. Pero claro, para que esto pase, necesitamos que los expertos den su visto bueno y que se compruebe bien que todo funciona como debe ser.

Las terapias de última generación, como la crioterapia y las cámaras hiperbáricas, cada vez se ven más. Lo que antes era solo para unos cuantos deportistas, podría beneficiar a más gente si se hace todo bien y está bien respaldado por la ciencia.

Es clave que hablemos de si deberíamos meter estas nuevas tecnologías en el sistema de salud pensando en todos y en la evidencia científica. Así podemos tomar decisiones que de verdad ayuden a todo el mundo. Esto podría hacer que nos replanteemos cómo estamos haciendo las cosas en medicina y abrir la puerta a tratamientos que antes ni nos imaginábamos.

Al final del día, lo que importa es ver cómo podemos hacer que la salud pública se beneficie de todos estos avances sin perder de vista lo más importante: mejorar la vida de la gente. Y tú, ¿qué opinas sobre que el sistema de salud le entre a estas nuevas tecnologías como la crioterapia y las cámaras hiperbáricas?

"Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible", reflexionaba Mahatma Gandhi. Esta cita, aunque en apariencia distante, encuentra resonancia en la ironía y la sátira presentes en el texto. La salud, la política y la tecnología médica, aspectos que en su conjunto definen la calidad de vida de los ciudadanos, parecen estar en manos de aquellos que juegan a ser dioses desde sus esferas de poder. Se ironiza sobre las modernas terapias utilizadas por los atletas de élite, mientras la población general, especialmente los más veteranos, lidian con tratamientos desactualizados y a veces inaccesibles. La crítica implícita es clara: la brecha entre lo que se reserva para unos pocos y lo que se ofrece a la mayoría. La salud no debería ser un lujo ni un espectáculo, sino un derecho inalienable que no entiende de edades ni de estratos sociales. La esperanza de llegar al final de nuestros días en plenitud choca con la realidad de un sistema que a menudo nos recuerda que somos meros espectadores en un juego de poder y privilegios.

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