El calendario está lleno de fechas para conmemorar, pero el 12 de julio tiene algo especial. Se trata del día en que el santoral cristiano se viste de gala para recordar a hombres y mujeres que han dejado una huella imborrable en la historia y en la fe de muchas personas. El santoral trae a la memoria a aquellos que, con sus vidas, nos han mostrado distintas formas de vivir la religiosidad.
Un personaje como San Juan Gualberto se destaca. Fundador de la Orden de los Vallombrosanos, este hombre de Florencia cambió el rumbo de su vida tras perdonar al asesino de su hermano, siendo un ejemplo de misericordia y de un profundo cambio hacia la vida religiosa. Con su compromiso de ayudar a los monjes a reformar su estilo de vida, nos legó enseñanzas de humildad y perdón que perduran en la espiritualidad cristiana.
En la esfera más cotidiana, nos encontramos con la figura de San Luis Martin. Padre de Santa Teresa de Lisieux, nos enseña que la santidad también se encuentra en la vida de cada día. Junto a su esposa, crió una familia donde el amor, la fe y la vocación religiosa florecieron, mostrándonos que ser santos no es privativo de quienes se consagran de forma exclusiva a la vida eclesiástica.
Además de estos dos, hay otros muchos que el 12 de julio nos invita a recordar. Personajes como San Epifanio, que luchó por mantener la ortodoxia frente a las herejías; San Hermágoras y San Fortunato, quienes se mantuvieron firmes ante la persecución; y otras historias de fé y dedicación, como la de Santa Verónica de Binasco o los mártires San Nabor y San Félix, que confirman que hay tantas maneras de expresar y vivir la fe como personas en el mundo.
Estas biografías nos animan a ver la fe como algo vivo, dinámico y accesible a cualquier persona. En tiempos de cambios y desafíos, los ejemplos de vida que nos ofrecen estas figuras siguen siendo valiosos y relevantes.
Seguramente, miremos donde miremos, hay algo que aprender de la perseverancia y la pasión con las que estos santos vivieron sus convicciones. Y aunque no concluimos con una gran reflexión, nos queda la interrogante: ¿qué tanto nos inspiran hoy las vidas de estos santos y cómo pueden moldear nuestra forma de vivir la fe en este tiempo?
"La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer ordinarias con amor y fe", una reflexión que bien podría haber acompañado las vidas de los santos que hoy, 12 de julio de 2024, honramos en el santoral cristiano. Cada uno, desde su particular contexto y época, nos demuestra que la santidad es alcanzable en cualquier ámbito de la vida.
San Juan Gualberto nos enseña el poder del perdón y cómo este puede cambiar radicalmente el rumbo de una vida, llevándola hacia la dedicación total a los demás a través de la vida monástica. Mientras tanto, San Luis Martin, junto a su esposa Santa Celia Guerin, nos muestra que la santidad también puede florecer en la cotidianidad de la vida familiar, educando en la fe y el amor.
San Epifanio de Salamina, con su lucha contra las herejías, nos recuerda la importancia de la defensa de la fe y la verdad, mientras que los mártires como San Hermágoras y San Fortunato nos hablan de la fortaleza y el coraje ante la adversidad.
En tiempos en los que la sociedad tiende a buscar ejemplos en figuras efímeras y muchas veces superficiales, la conmemoración de estos santos nos invita a mirar hacia aquellos cuyas vidas han dejado una huella indeleble en la historia de la fe. Son testimonios que nos animan a buscar la santidad en lo cotidiano, con la convicción de que, como dijo Santa Teresa de Calcuta, "No todos podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor".