¿Has oído hablar alguna vez sobre la majestuosidad y el misterio que envuelve a los faros? El faro de Punta Roballera, por ejemplo, es una auténtica cápsula del tiempo situada en la costa de Cudillero, al norte de España.
Los navegantes desde tiempos inmemoriales han confiado en estrellas y en tocadas de tierra señaladas por faros. Uno de ellos es el de Punta Roballera, un histórico vigía del mar que lleva ya 166 años en pie. Esta es una de esas construcciones que no sólo ha sobrevivido al golpeo de las olas, sino que aún sigue cumpliendo su cometido, después de todo este tiempo. El sitio no es cutre, nada de eso; el faro es todo un símbolo de lo que la gente de aquí ha heredado del mar.
El faro de Punta Roballera lleva tiempo marcando futuro y seguridad. Sus muros están curtidos en historias y tragedias evitadas, y ha sido un testigo silencioso pero crucial para los navegantes. Quien llega hasta este lugar puede pasearse entre los rincones de la estructura e imaginar las muchas noches en que la farola fue la única guía para barcos en busca de refugio.
No solo es un cacho de historia pisable, este faro es hoy un reclamo para turistas. Ofrece un vistazo al pasado marítimo a cualquier visitante que quiera saber de cómo era la vida de aquellos que lo custodiaban. Las explicaciones no son nada aburridas y se aprende de cómo listar la mar con sabiduría antigua.
El entorno es una pasada. Si te gusta sacar fotos, este es tu sitio. Las vistas que hay te van a dejar boquiabierto. Asturias y su costa se ven guapísimas desde arriba. Si estás de paso, tienes que incluirlo en andanzas por la región, que merece la pena.
Contar la historia de cualquier sitio yo creo que tiene su aquel, y en el caso del faro de Punta Roballera no es diferente. Más que una estructura que tiene unos cuantos años, este lugar es puro enlace entre nosotros y ese follón enorme que llamamos mar. Es casi como una manera de asegurarse de que los que son locos por el agua salada no caen en olvido.
Cuidar de un lugar así es algo que, la verdad, toca. Es ese pedazo de pasado marino que hay que mantener a flote para que los que vienen detrás pillen la importancia de un faro. Esos viejos navegantes que descansan en su historia les estarían agradecidos.
Tirando por lo poético, uno puede sentirse pequeño cuando piensa cómo estas cosas han estado aquí casi como parte natural del paisaje. Y si te pones a pensar, tú, querido lector, ¿qué crees que sería más chido de conservar de este trocito de nuestra historia? ¿Cómo crees que la gente podrían tener su granito de arena en cuidar del legado que dejan los faros como el de Punta Roballera?
"El faro es más que una torre que guía a los marinos, es un testimonio de la historia y la resistencia humana frente a la inmensidad del mar", podría haber dicho un poeta contemplando la majestuosa estructura de Punta Roballera en Cudillero. Este faro, que se erige desde hace 166 años, no solo ha sido un centinela silencioso de incontables amaneceres y crepúsculos sobre el Cantábrico, sino también un testigo de la evolución y los cambios de una sociedad que ha sabido mantener sus raíces mientras mira hacia el futuro. La relevancia de estos guardianes de la costa va más allá de su función primordial; son faros de cultura y memoria, y su visita es un viaje en el tiempo que nos recuerda las palabras de Italo Calvino: "La città non dice il suo passato, ma lo contiene come le linee di una mano, scritte nelle angolature dei viali, nelle griglie delle finestre, nelle balaustre dei corrimano, nelle aste delle banderuole, ogni segmento spinto in là da un destino di espansione". Así, al explorar el faro de Punta Roballera, no solo descubrimos una pieza de ingeniería y arquitectura, sino que también leemos entre sus paredes las líneas de una historia que sigue viva y orientando, no solo a los barcos, sino a cada uno de nosotros en la búsqueda de nuestra propia luz y dirección.