La vida en Cuba ha dado un giro interesante con una nueva política que pretende proteger el bolsillo de sus ciudadanos. Con la ilusión de enfrentar la ola de inflación que azota al país, la decisión del gobierno de fijar precios máximos a ciertos alimentos básicos ha creado un ambiente de agridulces expectativas.
Las caras de la gente reflejan cierta esperanza al ver los anuncios de que algunos productos como el pollo, la leche y el aceite vegetal se venderán a precios más accesibles. Las tienditas ya empiezan a mostrar los nuevos precios que, esperan, aclamen las tumultuosas aguas de la economía cubana.
Encontrar estos productos esenciales a precios que no hagan llorar a la cartera se ha vuelto un deseado alivio. Claro, no es una sorpresa escuchar a algún quejumbroso comentarista advirtiendo que esta podría ser una cura momentánea y no una solución definitiva al problema principal.
El panorama de la economía cubana
Ahora, el Ministerio de Finanzas y Precios de la isla ha sacado su calculadora y determinado cuánto deben costar las cosas, prometiendo que, por momentos, el comercio de esos productos importados podrá respirar sin los pesados ladrillos de los impuestos aduaneros.
Para entender la gravedad de la situación, hay que enfocarse en los ingresos del cubano medio. Nos hablan de un sueldo que apenas logra alcanzar para comprar lo básico, aunque a veces ni para eso. Con este escenario, la gente empieza a considerar que cualquier ayuda, por pequeña que sea, no viene mal.
Sin embargo, es imposible pasar por alto la crisis que tiene agarrada de la solapa a la nación desde hace unos años, y que dicen ha sido avivada por la pandemia y ciertas medidas internacionales. Esta situación ha dejado en jaque el poder de compra de más de uno.
El desafío de avanzar en Cuba
La aparición de tiendas privadas ha sido toda una novedad en un país que siempre ha llevado la estampa del estatalismo. Estas Pymes, que de repente se han hecho encontrar con productos que antes llevaban el cartel de "missing", se han sumado a la pelea en un mercado que hasta ayer parecía de un solo color.
Y aunque las bodegas con subsidio y las libretas de abastecimiento siguen siendo parte de la vida cotidiana, ya nadie puede negar que las tiendas privadas han ganado su lugar bajo el sol.
El mismo Vladimir Regueiro Ale, el ministro que ha tomado la palabra sobre esta estrategia, ha sido cauto. Conoce que establecer un techo a los precios es como poner un parche, y reconoce que si de verdad quieren ponerle esposas a la inflación, el camino es propulsar la producción y diversificar la oferta.
Las cifras del inflamado coste de vida dan vueltas y las estimaciones no siempre cuadran con lo que se percibe en las calles. Unos argumentan que hay que arremangarse y poner manos a la obra en la producción local y en dar pinceladas de eficiencia al sector privado.
Para concluir, la recién estrenada estrategia de control de precios en Cuba es como un capítulo nuevo en una historia de búsqueda constante de equilibrios y soluciones. Es una ola de reacciones encontradas que nos invitan a debate y nos hace cuestionarnos sobre el futuro económico de la isla.
A cada ciudadano preocupado por los vaivenes del mercado, la invitación está en la mesa: debatir y compartir visiones sobre si en verdad ponerle vallas al mercado es la estrategia que Cuba necesita para mantener a raya la inflación y proteger a sus ciudadanos. Las opiniones están abiertas y la conversación apenas comienza.
"Non si può pensare di curare un male senza conoscere le sue cause", una massima che si adatta perfettamente alla situazione che Cuba sta affrontando con la decisione di imporre un tetto ai prezzi di alcuni beni essenziali. Questa misura, per quanto possa sembrare un sollievo immediato per la popolazione, che vede il proprio salario inadeguato rispetto al costo della vita, potrebbe non essere la soluzione definitiva alla profonda crisi economica dell'isola.
Come il famoso economista John Maynard Keynes affermò: "L'inflazione è sempre e ovunque un fenomeno monetario". E in questo contesto, il governo cubano sembra cercare di arginare l'inflazione trattandone un sintomo, i prezzi elevati, anziché affrontarne le cause profonde. Non si può ignorare che, senza un incremento della produzione nazionale e un settore privato competitivo, qualsiasi tentativo di controllo dei prezzi potrebbe risultare in una semplice soluzione temporanea, destinata a fallire nel medio e lungo termine.
La storia ci insegna che le politiche di controllo dei prezzi possono condurre a carenze di beni e distorsioni del mercato. È essenziale che il governo cubano consideri strategie più ampie e sostenibili, che includano la riforma delle imprese statali e l'incentivazione della produzione interna, affinché la popolazione possa realmente beneficiare di un miglioramento della situazione economica senza pagare il prezzo di ulteriori sacrifici.