¿Qué nos depara el futuro económico? Los números hablan y traen noticias frescas sobre lo que podemos anticipar para la economía de la eurozona.
En los últimos tiempos, ha habido un giro interesante en las proyecciones económicas de la eurozona. Un grupo de especialistas ha estado echando un vistazo al futuro y han venido con alguna información que podría interesarnos. Según ellos, y con el respaldo de datos del Banco Central Europeo (BCE), hay razones para tener una actitud un poco más positiva respecto al 2024. Por lo visto, las cosas van un poquito mejor de lo que pensábamos, especialmente porque el primer pedazo del año nos ha sorprendido para bien.
Ahora, no todo es tan brillante. Parece que para el 2025 la cosa se reajusta y bajamos las expectativas solo un poco, y para el 2026, bueno, vamos a decir que se queda más o menos igual. ¿Y quién nos cuenta todo esto? El BCE junto con un puñado de expertos que no paran de analizar cómo van los números de desempleo e inflación.
¿Qué pasa con el PIB en la Eurozona?
Cuando hablamos de la salud económica de la eurozona, echarle un ojo al PIB siempre viene bien. Los que saben de esto nos dicen que para el 2024 podría haber un crecimiento de un 0,7%, que aunque no suena a mucho, pues es mejor de lo que se esperaba. Pero ace seguidores del ritmo económico, vamos bajando el ritmo en 2025 a un 1,3%, y para 2026, seguimos en la pista con un 1,4%.
Es importante saber que en junio de 2024, el BCE tenía sus propias ideas, pero como esto de la economía es un poco como el clima, cambia cuando menos te lo esperas. Por eso siempre hay que estar pegado a las noticias y a los números para saber cómo moverse.
Inflación y Desempleo: Lo que se viene
En cuando a la inflación, los números se mantienen más o menos como esperábamos para el 2024 y 2025, flotando en torno al 2,4% y 2% respectivamente. Eso quiere decir que los del BCE pueden estar llegando a su objetivo. Para el 2026, se cree que bajará un pelín a 1,9%, y que posiblemente de ahí no se mueva mucho.
Y si hablamos del desempleo, hay buenas noticias también. Hay una bajada que nos lleva al 6,5% para el 2024 y 2025, y para el 2026 nos quedamos con un 6,4%. Recordemos que estos son cálculos, y que varias cosas pueden hacer que cambien. Además, la tasa de interés sigue en un 4,25%, y desde el BCE nos recuerdan que hay que ser flexibles para tomar las mejores decisiones.
Aunque las proyecciones económicas suban y bajen, nos ayudan a tomar mejores decisiones ya sea en bancos centrales o en la política de un país. Lo que se ve en el horizonte, según los que han hecho los deberes mirando las cifras y gráficos, es un poquito de crecimiento y una inflación que quiere quedarse cerca de lo que el BCE quiere. Además, que haya menos gente sin trabajo es una buena noticia para todos.
Pero como la vida misma, hay que estar listos para cualquier cambio y saber que hay mil cosas que pueden darnos una sorpresa. Ya saben, mercados que van y vienen, líos políticos por todas partes y hasta los mismos negocios y gente en la calle que a veces cambian de opinión.
Entonces, ¿qué te parece todo esto? ¿Están realmente acertadas estas predicciones?
"La previsión es un arte difícil, sobre todo en lo que se refiere al futuro", decía con ironía el estadista francés Georges Clemenceau. Las últimas proyecciones económicas para la eurozona parecen dar fe de esta máxima. A pesar de la ligera mejoría en el pronóstico de crecimiento del PIB para 2024, el ajuste a la baja para los años subsiguientes y las revisiones en las tasas de inflación sugieren un horizonte donde la certeza es un lujo que ni los expertos pueden darse.
El BCE, manteniendo los tipos de interés y evitando comprometerse con un plan fijo para futuras reuniones, parece navegar en aguas de prudencia, consciente de que cada nueva ola de datos puede modificar el rumbo de sus políticas. En este contexto, los ciudadanos y las empresas deben prepararse para un escenario de incertidumbre, donde la adaptabilidad y la resiliencia serán, una vez más, habilidades clave para sobrevivir en la fluctuante economía europea. La estabilidad deseada, reflejada en la meta de inflación, es aún una quimera que se persigue con la esperanza de que, en el futuro, la realidad se alinee con las predicciones.