Si nunca has probado hacer un pastel de piña invertido, es hora de que descubras lo fácil y delicioso que puede ser. ¡Te contamos cómo!
¿Quién puede resistirse al encanto de un buen pastel de piña invertido? Aquel dulce clásico con ese toque de caramelizado que se derrite en tu boca junto con trozos jugosos de piña. Aunque parece algo digno de pastelerías de alto calibre, su preparación está al alcance de cualquiera que quiera darle un toque dulce a su día. Así que, si estás buscando impresionar en la cocina sin mucho esfuerzo, esta receta es para ti.
Ingredientes necesarios para tu pastel
Antes de empezar, asegúrate de tener a la mano los ingredientes que te vamos a indicar:
Para la capa de caramelo:
- Una taza de azúcar blanco
- Un poquito de agua, 1/4 de taza
Para la base del pastel:
- Una lata de rodajas de piña en almíbar, que pese cerca de 440g
- Cerezas en almíbar para poner el toque final (esto es opcional)
- Mantequilla derretida, calcula 1/2 taza
- Más azúcar blanco, otra taza
- Vamos a necesitar también 2 huevos bien grandes
- 1 y 1/2 tazas de harina, que sea de trigo
- No olvides 2 cucharaditas de polvo para hornear
- Una pizca de sal, más bien 1/4 de cucharadita
- 1/2 taza de leche para suavizar la mezcla
- Y para darle ese gusto tan especial, 1 cucharadita de esencia de vainilla
Proceso paso a paso para tu obra maestra
Empezando con el caramelo:
1. Enciende el horno y ponlo a precalentar a unos 180°C que son aproximadamente 350°F.
2. Toma la mantequilla ya lista y ponla en un molde que preferiblemente sea redondo. Cubre con ella el fondo y déjala ahí esperando.
Para que el caramelo quede en su punto:
1. Toma el azúcar y el agua, y ponlos en una olla. Mantén el fuego medio y deja que se conviertan en un caramelo de color doradito. Esto te toma como unos 7 minutos.
2. Con mucho cuidado, porque el caramelo quema, vierte lo que preparaste sobre la mantequilla del molde, distribúyelo bien y déjalo reposar.
3. Ahora es el momento de enviar las rodajas de piña a nadar en el caramelo y, si te animaste por las cerezas, coloca una en el centro de cada rodaja de piña.
El secreto de la masa perfecta:
1. Mezcla la mantequilla que ya tenías con el azúcar hasta que se vea cremosa la cosa.
2. Ve echando los huevos pero uno por uno y mezcla bien cada vez.
3. Aparte, tamiza la harina con el polvo de hornear y ese poquito de sal.
4. Ahora, armate de paciencia y añade poco a poco los secos a la mezcla de mantequilla, alterna con la leche y la vainilla. Empieza y termina siempre con los ingredientes secos.
La etapa final es el horneado:
1. Saca esa mezcla que quedó divina y con mucha suavidad ponla encima de las piñas.
2. Al horno que va por unos 45 a 50 minutos. Eso sí, asegúrate de que esté bien cocido metiendo un palito y que salga sin restos pegados.
3. Antes de darle la vuelta, deja que se enfríe un ratito en el molde, unos 10 o 15 minutos.
Una vez que esté a temperatura ambiente, dale vuelta con confianza y ahí tendrás un pastel de piña invertido que será la estrella de la mesa. Lo puedes acompañar con un poco de helado de vainilla o, si prefieres, disfrutarlo solito que está igual de increíble. Ánimo, que si sigues estos pasos, seguro que te queda de rechupete.
Crear un pastel así no es solo cuestión de seguir una receta, es entender que con cada ingrediente vas sumando momentos y sabores que al final resultan en algo maravilloso. Además, lo puedes hacer en compañía y pasar un rato divertido cocinando. ¿Ya tienes alguna anécdota que contar sobre tus aventuras en la repostería? ¿Algún secreto de familia que haga único tu pastel de piña invertido?
"La cucina è un atto d'amore, un dono, un modo di condividere con gli altri il poco o il molto che siamo," disse una volta lo scrittore italiano Carlo Petrini, fondatore del movimento Slow Food. Ed è proprio questo sentimento che trasuda dalla tradizione culinaria americana con il suo pastel de piña invertido, un dolce che racchiude in sé il calore di una preparazione casalinga e l'audacia di una presentazione che sorprende e conquista. In un mondo dove l'apparenza spesso prevale sull'essenza, questo dolce ci ricorda che ciò che conta davvero è la sostanza, quel sapore autentico e profondo che si svela solo dopo aver capovolto la superficie. È una lezione che va oltre la cucina, un invito a non fermarsi mai alle apparenze e a cercare sempre la dolcezza nascosta nelle cose, nelle persone, nella vita.