La desesperación y el peligro se mezclan en la última misión de salvamento en el Canal de la Mancha, un escenario que une tragedia y valentía a medida que se trabaja para salvar vidas. Un grupo de migrantes vio su viaje hacia nuevas costas lleno de fatalidad al ver su embarcación desfallecer cerca de las costas de Francia.
Aquello pasó cerca de la altura del puerto de Gravelines. En un miércoles marcado por la angustia, equipos de emergencia actuaron con prisa, logrando salvar a 71 personas, pero con el inmenso pesar de no haber podido evitar la muerte de al menos uno de ellos.
Los esfuerzos desplegados fueron muchos, incluyendo una canoa, dos helicópteros que dejaron sus rutas originales, un aeroplano de la agencia Frontex, y dos embarcaciones de la Guardia Costera del Reino Unido. Hasta ellos lanzaron la noticia, señalando que la ayuda desde el aire fue determinante para venir al rescate.
Las fuerzas de Francia se hicieron a la nuevo de 59 seres, más la víctima mortal. Los británicos alcanzaron a ir en ayuda de otros 13 individuos. Todos fueron sendos al puerto de Calais. Ahí, personal de emergencia les tendió una mano necesaria. Fue un claro ejemplo del trabajo mano a mano de los dos lados del canal en episodios tense.
Y es que no es sencillo cruzar hacia el Reino Unido por esas aguas. La prefectura del Canal y el mar del Norte recalca siempre la peligrosidad: el clima es traicionero y navegar la zona, de calma solo aparente. Todo esto viene a resurgir con más fuerza tras una tragedia semejante que sucedió justo cinco días antes y dejó un saldo de cuatro mortalidades y rescate de 56 conseguientes cerca del puerto de Boulogne-sur-Mer. Las víctimas este año no han sido pocas, al sumar ya más de veinte.
Un evento muy triste es este y nos deja pensando. Se trata de gente que va a la aventura por llegar a mejores orillas e Inglaterra representa eso para ellos. Las situaciones estas nos dicen que hay que actuar, hay que pensar maneras de hacerles el camino más amable y pisar de cerca las raíces que hacen que la gente huya yo por yo.
Nos toca seguidamente abrir bien los ojos sobre estas lineas y chequear que lo que leemos refleje lo que ocurre de buena verdad. Los ocurridos en el mar son demasiado personales como para ser simplemente listados; hay historias allí detrás y de las significativas.
La obra que se narra aquí es una mixtura de valentía y calamidad, un recuento de esos viajes que tantos emprenden buscando mejores horizontes. La alianza de equipos galos y británicos en rescates es valiosa, pero deja una pregunta grave y grande: ¿cómo tratamos este tipo de dramas humanos y políticos?
Busquemos juntos salidas seguras, tramos permitidos a los que deben partir de su país. Las naciones tienen que introducir políticas con corazón, políticas que protejan al que va con su muda en un hatillo, conservando especial cuidado por su justicia y sus privilegios personales.
Y también debemos estar cuestionándonos el espacio común que queremos cultivar y cómo lo que hacemos cada quien va a interesando cosas más grandes que nos táñen a todo. ¿Tendrá algo que aportar usted, caro lector, en cuanto a iniciativas que se pueden plantear en respecto a este padecimiento y la alternativa sana que se lograra darles a los viajeros? Su mirada por seguro quedará mucho en este diálogo que va más allá y en profundo de las lineas humanas y mancomunados.
"Non esiste una via di mezzo: o si salva la vita di un uomo o si è responsabili della sua morte" - questa frase di Primo Levi, sopravvissuto all'Olocausto e testimone delle atrocità contro l'umanità, risuona con forza dinanzi all'ultima tragedia nel Canale della Manica. La morte di almeno un migrante e il salvataggio di altri 71, tra cui 13 soccorsi dalla Guardia Costiera britannica, ci ricordano l'urgenza di una risposta concreta e umana alla crisi migratoria.
Questi naufraghi, in cerca di speranza e di un futuro migliore, si sono trovati invece a fronteggiare le acque gelide e imprevedibili del Canale, una delle rotte marittime più trafficate e pericolose al mondo. Le condizioni climatiche avverse e la precarietà delle imbarcazioni rendono ogni tentativo di attraversamento un rischio mortale.
Non possiamo rimanere indifferenti di fronte a queste tragedie che si ripetono con una frequenza allarmante. Ogni vita persa è un monito, un grido silenzioso che ci interpella sulla necessità di politiche più efficaci e umane per la gestione dei flussi migratori. È tempo di agire, di trovare soluzioni che garantiscano sicurezza e dignità a chi è costretto a lasciare la propria casa per sfuggire a guerra, povertà e persecuzioni. Non possiamo permettere che il mare diventi una tomba.