Descubre la sorprendente verdad: ¿Cuánto gana realmente una monja de clausura?

La vida escondida detrás de los muros del convento tiene más de modernidad de lo que imaginamos.

No todos los días se tiene la oportunidad de conocer el día a día en el silencio de un convento de clausura, y menos aún cómo es que estas comunidades se las ingenian para autofinanciarse. Pero Sor Marta, una monja que se ha abierto paso entre las tendencias de redes sociales como TikTok e Instagram, además de tener su propio pódcast, nos da un vistazo a este mundo generalmente oculto contándonos sobre su día a día.

Sor Marta ha comentado en sus publicaciones sobre cómo es que, a diferencia de los sacerdotes diocesanos que reciben una especie de paga del Obispado, ellas, las monjas de clausura, no cuentan con un salario fijo ni ayuda económica directa ni de la Iglesia ni del Estado.

La comunidad monástica encuentra su forma de obtener ingresos fuera del típico sueldo. Por ejemplo, algunas monjas podrían ganar dinero siendo maestras. Pero en la casa de Sor Marta, el Monasterio de Santa Cruz de Sahagún en León, España, eso no es opción. Entonces, surge la pregunta ¿cómo mantienen la economía del convento? De acuerdo con Sor Marta, lo hacen a través de ventas de dulces, cosméticos y cobrando entradas al museo que gestionan, lo cual parece resolver el enigma de su sustento.

Una faceta interesante de esta historia es que, aún viviendo una vida apartada del convencional sistema de trabajo, las monjas también piensan en su futuro. Resulta que se dan de alta en el régimen de autónomos para así cotizar a la Seguridad Social y tener derecho a una pensión al llegar su jubilación. Una planificación financiera que demuestra un enfoque reflexivo y previsor hacia su calidad de vida a largo plazo.

La hermana Marta con su disposición a hablar sobre cómo se manejan financieramente, muestra que las redes sociales pueden romper barreras e invita a conocer más de cerca aspectos sorprendentes de la vida relegada de las monjas. Este moderno testimonio destaca la capacidad de adaptación y gestión de la vida monástica, que pese a sus tradiciones, no está exenta de las realidades económicas actuales.

El momento en que Sor Marta comparte con el mundo detalles sobre la economía de su convento es una ventana a un aspecto poco discutido de la vida monástica. Y así, no solo se desafían posibles prejuicios, sino que también se revela la importancia de una autonomía financiera que permita a estas comunidades mantener su estilo de vida.

Las estrategias de estas comunidades para autoproporcionarse ingresos son una muestra de innovación y adaptabilidad, al buscar alternativas comerciales sin abandonar su vocación de vida. Participan activamente en la economía de la zona y se integran de una forma que muchos podrían no esperar de la vida conventual.

Lo cierto es que personas como Sor Marta nos muestran una vida religiosa que va más allá de lo espiritual, conscientes de y comprometidas con las necesidades del presente.

Finalmente, estas historias nos hacen reflexionar cómo es que incluso en la sagrada vida monástica, el pragmatismo y la actualidad encuentran su espacio, permitiendo que estas comunidades religiosas persistan en el tiempo, aportando a la economía y manteniendo sus costumbres vivas.

Y tú, ¿qué piensas sobre esta habilidad de las comunidades religiosas para mantenerse a flote y fieles a sus principios en un mundo que no para de cambiar?

@sormarta.osb

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♬ sonido original - Sor Marta

"La vocación no se paga con dinero", una máxima que parece haberse desvanecido en la era de la información y la transparencia. La revelación de Sor Marta, esa monja de clausura que ha roto moldes al compartir su vida conventual en redes sociales, nos sitúa ante un paradigma inédito: la espiritualidad y la economía caminando de la mano en el siglo XXI. No perciben sueldo alguno del Estado o la Iglesia, pero sí se afanan en trabajos artesanales y de gestión, revelando que la clausura no es sinónimo de inactividad económica. En este contexto, la frase de San Francisco de Asís, "Comienza haciendo lo necesario, luego lo posible y de repente estarás haciendo lo imposible", adquiere una nueva dimensión. Las monjas de clausura, en su silencioso pero constante hacer, nos enseñan que el trabajo dignifica, incluso cuando se vive bajo votos de pobreza y en la búsqueda de la trascendencia.

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