La RAE desata polémica con su veredicto sobre "la piloto" vs "la pilota": ¿cuál es la forma correcta?

El mundo del motor y la lengua española se encuentran en una carrera hacia la inclusividad, ¿pero estamos todos en la misma pista? La disputa entre "la piloto" frente a "la pilota" revolucionó las discusiones durante el Rally Dakar de hace unos años. Las competidoras alzan la voz no solo en la pista sino también en lo que respecta al idioma, desafiando cómo deberíamos nombrarlas.

La respuesta a si tenemos que decir "la piloto" o "la pilota" quizás no sea tan directa, y esto toca directamente el siempre controvertido asunto de la igualdad de género y cómo se refleja, o no, en nuestro hablar de todos los días.

El idioma español está siempre en construcción, y quien le pone los ladrillos y la argamasa no es otro que la Real Academia Española. Desde 1992 mantienen la palabra "piloto" como una de uso común, masculino y femenino, pero ahí no termina la cosa. El surgimiento de "pilota" para las mujeres en el volante lanza la pelota al campo de la sociedad, que al final es quien juega este partido del lenguaje.

La Real Academia Española y su influencia

"Bienvenido el que viene" parece ser el lema de la RAE al definir términos comunes que abarcan a hombres y mujeres por igual. Esto sin olvidar la terminación "a", que es la nueva jugadora en el equipo de las palabras.

Como buenos herederos del italiano, tenemos en "piloto" un ejemplo clarísimo de cómo las raíces latinas nos dan esa flexibilidad. Ya sabemos que tomar nuevas palabras y hacerlas nuestras no es raro en español, pero de la costumbre a la novedad hay un trecho que no siempre es fácil de cruzar.

Sociedad en cambio, lenguaje en evolución

La marea de la igualdad de género no deja de subir y con ella nuestras ganas de que el lenguaje flote y no se hunda. Aunque nos encontramos más acostumbrados a decir "la piloto", "la pilota" va ganando adeptos entre los que desean ver reflejado un trato igualitario hasta en la más mínima palabra.

Es un viaje a lo desconocido, pero que no asusta tanto si nos tomamos de la mano. Puede que algún día "piloto" y "pilota" caminen juntos y complementarios en nuestras convesaciones, enriqueciendo ese castellano que tanto decimos amar.

La lengua, ese río que fluye y se adapta al terreno que recorre, seguramente permitirá que "pilota" se asiente y crezca. A quienes hablamos español, nos tocará ver cómo aceptamos o declinamos este nuevo giro.

El lío de "la piloto" y "la pilota" ejemplifica lo maleable que puede (o debe) ser el español ante los tiempos que cambian y la lucha por la igualdad. La Real Academia Española hace su parte, pero somos nosotros, en los barrios, oficinas y escuelas, quienes llevamos la batuta del cambio o la permanencia.

El contrato social que firmamos día con día también lleva un apéndice lingüístico, y ahí, en nuestras palabras, es donde realmente demostramos cómo vemos al mundo y a quienes lo habitamos. El debate está abierto: ¿"La pilota" tiene un hueco en su vocabulario diario? ¿Cree que estos cambios hacen una diferencia real en cómo nos tratamos? Su opinión es clave en esta carrera donde todos jugamos un papel.

"La lengua es la piel del alma", afirmaba el poeta español Antonio Machado. Este tejido vivo que envuelve nuestras identidades y pensamientos se estira y se adapta a los pulsos de la sociedad. El debate sobre si decir "la piloto" o "la pilota" va más allá de una mera cuestión de gramática; es un reflejo de un cambio social que reclama visibilidad y equidad. La Real Academia Española, guardiana de nuestro idioma, ha reconocido la flexibilidad de "piloto" como común en cuanto al género, pero la aparición de "pilota" en el horizonte lingüístico no es un capricho, sino un espejo de la evolución de la sociedad hacia la inclusión. Aunque la costumbre aún abrace con fuerza a "la piloto", la necesidad de nuevas formas que reconozcan el papel de la mujer en ámbitos antes masculinizados es innegable. La lengua, como la piel, debe permitirnos respirar y crecer, y en ese crecimiento, la aceptación de "pilota" no solo es válida, sino que es un síntoma saludable de una sociedad que avanza. Con el tiempo, ambas formas convivirán, enriqueciendo así el español con la diversidad y la inclusión que nuestros tiempos demandan.

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