En un giro hacia un posible futuro más tranquilo para Colombia, los ojos están puestos sobre los avances logrados entre el gobierno y un grupo disidente en busca de la paz. Sin entrar en muchos detalles, algo está cambiando y parece haber un atisbo de esperanza en el horizonte. Recientemente se nos ha informado que las charlas dentro de Caracas han culminado con anuncios que podrían cambiar el destino de un país marcado por años de conflicto. La Segunda Marquetalia, un grupo surgido de las FARC, ha puesto sobre la mesa su decisión de tomar medidas que podrían ser de gran relevancia para disminuir la tensiones en la región.
El entender que han decidido parar ciertas acciones y cooperar de cara al proceso de paz, mencionando que no andarán armados ni vestirán uniformes en ciertas zonas, además de liberar a ciertas personas que mantenían bajo su custodia, al parecer muestra la genuina intención de este grupo en avanzar en estas negociaciones tan críticas. No obstante, se ha dejado claro que nada de esto significa que las fuerzas públicas del país van a disminuir su guardia.
Pasos adelante apenas visibles en pro del acuerdo de paz
Dentro de lo que se habla en la antes mencionada capital venezolana, parece ser que se han logrado acuerdos iniciales e importantes para la reducción del conflicto. Se ha hablado de la implementación de una mesa de diálogo y de una comisión encargada de determinar zonas de influencia del grupo. O sea, si bien es un avance, aún parece ser que falta un largo camino por recorrer.
La idea de involucrar a las comunidades afectadas también destaca la necesidad de que aquellos afectados tengan voz en este proceso, reiterando que la participación ciudadana es vital. No podemos perder de vista que la presencia de países que actúan como garantes, y la ayuda de entidades internacionales como la ONU y la Conferencia Episcopal de Colombia, dan cierto peso y credibilidad al desarrollo de las conversaciones.
¿Realmente la paz está más cerca?
Los entendidos hablan, y parecen coincidir en que la clave del éxito radica en ver cómo todo esto de verdad afecta de forma directa y positiva la vida de la gente que ha sufrido por tantos años los estragos del conflicto. El departamento de Putumayo se presenta como uno de los muchos donde la influencia de este grupo es palpable, y estos procesos, aunque rocosos y que deben tomarse con pinzas, son paso significativos para curar heridas y aspirar a un ambiente más pacífico.
Esto muestra que hay ciertos avances; sin embargo, estos pequeños pasos se deben producir sustancialmente en el mundo real y reflejar una mejora en la calidad de vida de aquellos que día tras día viven en medio de la violencia. Es de suma importancia que nos aseguremos de validar la información que se genera alrededor de estos procesos; siempre mantenemos una perspectiva balanceada y evitamos dejarnos llevar por rumores.
Con la eventual inclusión de otros actores al conflicto en las discusiones, como es el caso de la guerrilla del ELN y el Estado Mayor Central, Colombia se sitúa ante un desafío enorme pero a la vez inspirador. La sostenibilidad de este importante proceso se asienta sobre la sinceridad y el esfuerzo conjunto de todas las facciones involucradas, así como sobre el soporte ininterrumpido de la comunidad internacional.
Ante la posibilidad de un avance firme hacia la anhelada tranquilidad, seguiremos atentos a las novedades que surjan desde este frente de diálogo y entendimiento. La habilidad para enfrentar los retos que surgen y mantener viva la esperanza depende de cómo los involucrados manejen las situaciones venideras y, claro está, de la consecución de esos pequeños grandes logros que significan mucho para aquellos que aún sueñan con la paz.
"La paz no es solamente la ausencia de guerra, sino una virtud que surge de la fuerza del alma" - esta cita de Baruch Spinoza podría iluminar el reciente cierre del primer ciclo de diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la Segunda Marquetalia. El anuncio del cese unilateral del fuego por parte de este grupo disidente es un rayo de esperanza en un cielo aún nublado por el conflicto. Sin embargo, como bien apunta la experta Elizabeth Dickinson, los avances en el papel deben traducirse en realidades tangibles que frenen la violencia y ofrezcan un futuro más prometedor a las comunidades afectadas. La paz verdadera, esa que Spinoza describe como una virtud del alma, solo se alcanzará cuando las palabras se conviertan en hechos y la población pueda, al fin, respirar aliviada tras décadas de temor y incertidumbre. La tarea es ardua, pero el camino hacia la concordia bien merece cada esfuerzo.